Crimen y Castigo - Fiódor Dostoyewski
comprender que es preciso que este asunto quede resuelto hoy
mismo, por difícil que ello pueda parecer.
-Me sorprende, Avdotia Romanovna, que plantee usted la
cuestión en esos términos -dijo Lujine con irritación creciente-. Yo
puedo apreciarla y amarla, aunque no quiera a algún miembro de
su familia. Yo aspiro a la felicidad de obtener su mano, pero no
puedo comprometerme a aceptar deberes que son incompatibles
con mi...
-Deseche esa vana susceptibilidad, Piotr Petrovitch -le
interrumpió Dunia con voz algo agitada- y muéstrese como el
hombre inteligente y noble que siempre he visto y que deseo
seguir viendo en usted. Le he hecho una promesa de gran
importancia: soy su prometida. Confíe en mí en este asunto y
créame capaz de ser imparcial en mi fallo. El papel de árbitro que
me atribuyo debe sorprender a mi hermano tanto como a usted.
Cuando hoy, después de recibir su carta, he rogado
insistentemente a Rodia que viniera a esta reunión, no le he dicho
ni una palabra acerca de mis intenciones. Comprenda que si
ustedes se niegan a reconciliarse, me veré obligada a elegir entre
usted y él, ya que han llevado la cuestión a este extremo. Y ni
quiero ni debo equivocarme en la elección. Acceder a los deseos
de usted significa romper con mi hermano, y si escucho a mi
hermano, tendré que reñir con usted. Por lo tanto, necesito y
tengo derecho a conocer con toda exactitud los sentimientos que
inspiro tanto a usted como a él. Quiero saber si Rodia es un
verdadero hermano para mí, y si usted me aprecia ahora y sabrá
amarme más adelante como marido.
-Sus palabras, Avdotia Romanovna -repuso Lujine, herido en su
amor propio-, son sumamente significativas. E incluso me atrevo a
decir que me hieren, considerando la posición que tengo el honor
de ocupar respecto a usted. Dejando a un lado lo ofensivo que
resulta para mí verme colocado al nivel de un joven... Lleno de
soberbia, usted admite la posibilidad de una ruptura entre
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