Crimen y Castigo - Fiódor Dostoyewski
-No se vaya, Piotr Petrovitch -dijo Dunia-. Usted tenía la
intención de dedicarnos la velada. Además, usted ha dicho en su
carta que desea tener una explicación con mi madre.
-Eso es muy cierto, Avdotia Romanovna -dijo Lujine con acento
solemne.
Se volvió a sentar, pero conservando el sombrero en sus manos,
y continuó:
-En efecto, desearía aclarar con su madre y con usted ciertos
puntos de gran importancia. Pero, del mismo modo que su
hermano no quiere exponer ante mí las proposiciones del señor
Svidrigailof, yo no puedo ni quiero hablar ante terceros de esos
puntos de extrema gravedad. Por otra parte, ustedes no han
tenido en cuenta el deseo que tan formalmente les he expuesto en
mi carta.
Al llegar a este punto se detuvo con un gesto de dignidad y
amargura.
-He sido exclusivamente yo la que ha decidido que no se tuviera
en cuenta su deseo de que mi hermano no asistiera a esta reunión
-dijo Dunia-. Usted nos dice en su carta que él le ha insultado, y
yo creo que hay que poner en claro esta acusación lo antes
posible, con objeto de reconciliarlos. Si Rodia le ha ofendido
realmente, debe excusarse y lo hará.
Al oír estas palabras, Piotr Petrovitch se creció.
-Las ofensas que he recibido, Avdotia Romanovna, son de las que
no se pueden olvidar, por mucho empeño que uno ponga en ello.
En todas las cosas hay un límite que no se debe franquear, pues,
una vez al otr