CRIMEN Y CASTIGO - FIÓDOR DOSTOYEVSKI | Page 36

Crimen y Castigo - Fiódor Dostoyewski -No se pueden dar lecciones cuando no se tienen botas. Además, odio las lecciones: de buena gana les escupiría. -No escupas tanto: el salivazo podría caer sobre ti. -¡Para lo que se paga por las lecciones! ¡Unos cuantos kopeks! ¿Qué haría yo con eso? Seguía hablando como a la fuerza y parecía responder a sus propios pensamientos. -Entonces, ¿pretendes ganar una fortuna de una vez? Raskolnikof le dirigió una mirada extraña. -Sí, una fortuna -respondió firmemente tras una pausa. -Bueno, bueno; no pongas esa cara tan terrible... ¿Y qué me dices del panecillo blanco? ¿Hay que ir a buscarlo, o no? -Haz lo que quieras. -¡Ah, se me olvidaba! Llegó una carta para ti cuando no estabas en casa. -¿Una carta para mí? ¿De quién? -Eso no lo sé. Lo que sé es que le di al cartero tres kopeks. Espero que me los devolverás. -¡Tráela, por el amor de Dios! ¡Trae esa carta! -exclamó Raskolnikof, profundamente agitado-. ¡Señor...! ¡Señor...! Un minuto después tenía la carta en la mano. Como había supuesto, era de su madre, pues procedía del distrito de R. Estaba pálido. Hacía mucho tiempo que no había recibido ninguna carta; pero la emoción que agitaba su corazón en aquel momento obedecía a otra causa. -¡Vete, Nastasia! ¡Vete, por el amor de Dios! Toma tus tres kopeks, pero vete en seguida; te lo ruego. La carta temblaba en sus manos. No quería abrirla en presencia de la sirvienta; deseaba quedarse solo para leerla. Cuando Nastasia salió, el joven se llevó el sobre a sus labios y lo besó. Después estuvo unos momentos contemplando la dirección y observando la caligrafía, aquella escritura fina y un poco inclinada que tan familiar y querida le era; la letra de su madre, a la que él StudioCreativo ¡Puro Arte! Página 35