Crimen y Castigo - Fiódor Dostoyewski
por el contrario, le acarrearía graves inconvenientes. Acto
seguido, me excusaría por todas las molestias que le he causado y
le pediría permiso para ofrecerle diez mil rublos, lo que le
permitiría romper su compromiso con Lujine, ruptura que de
buena gana llevará a cabo (estoy seguro de ello) si se le presenta
una ocasión.
-Realmente está usted loco -exclamó Raskolnikof, menos irritado
que sorprendido-. ¿Cómo se atreve a hablar de ese modo?
-Ya sabía yo que pondría usted el grito en el cielo, pero quiero
hacerle saber, ante todo, que, aunque no soy rico, puedo
desprenderme perfectamente de esos diez mil rublos, es decir,
que no los necesito. Si Avdotia Romanovna no los acepta, sólo
Dios sabe el estúpido use que haré de ellos. Por otra parte, tengo
la conciencia bien tranquila, pues hago este ofrecimiento sin
ningún interés. Tal vez no me crea usted, pero en seguida se
convencerá, y lo mismo digo de Avdotia Romanovna. Lo único
cierto es que he causado muchas molestias a su honorable
hermana, y como estoy sinceramente arrepentido, deseo de todo
corazón, no rescatar mis faltas, no pagar esas molestias, sino
simplemente hacerle un pequeño servicio para que no pueda
decirse que compré el privilegio de causarle solamente males. Si
mi proposición ocultara la más leve segunda intención, no la
habría hecho con esta franqueza, y tampoco me habría limitado a
ofrecerle diez mil rublos, cuando le ofrecí bastante más hace cinco
semanas. Además, es muy probable que me case muy pronto con
cierta joven, lo que demuestra que no pretendo atraerme a
Avdotia Romanovna. Y, para terminar, le diré que si se casa con
Lujine, su hermana aceptará esta misma suma, sólo que de otra
manera. En fin, Rodion Romanovitch, no se enfade usted y
reflexione sobre esto con calma y sangre fría.
Svidrigailof había pronunciado estas palabras con un aplomo
extraordinario.
StudioCreativo ¡Puro Arte!
Página 357