Crimen y Castigo - Fiódor Dostoyewski
excusarme de haber amado a su hermana, le he dicho que yo
había sido en este caso la primera victima. Pues bien, le confieso
que ahora no siento ningún amor por ella, lo cual me causa
verdadero asombro, al recordar lo mucho que la amé.
-Lo que usted sintió -dijo Raskolnikof- fue un capricho de hombre
libertino y ocioso.
-Ciertamente soy un hombre ocioso y libertino; pero su hermana
posee tan poderosos atractivos, que no es nada extraño que yo no
pudiera desistir. Sin embargo, todo aquello no fue más que una
nube de verano, como ahora he podido ver.
-¿Hace mucho que se ha dado cuenta de eso?
-Ya hace tiempo que lo sospechaba, pero no me convencí hasta
anteayer, en el momento de mi llegada a Petersburgo. Sin
embargo, ya habia llegado el tren a Moscú, y aún tenía el
convencimiento de que venía aquí con objeto de desbancar a
Lujine y obtener la mano de Avdotia Romanovna.
-Perdone, pero ¿no podría usted abreviar y explicarme el objeto
de su visita? Tengo cosas urgentes que hacer.
-Con mucho gusto. He decidido emprender un viaje y quisiera
arreglar ciertos asuntos antes de partir... Mis hijos se han
quedado con su tía; son ricos y no me necesitan para nada.