Crimen y Castigo - Fiódor Dostoyewski
Bien, pero no me negará usted que se puede razonar como yo
voy a hacerlo... Le ruego que me ayude... Las apariciones son
algo así como fragmentos de otros mundos..., sus ambiciones. Un
hombre sano no tiene motivo alguno para verlas, ya que es, ante
todo, un hombre terrestre, es decir, material. Por lo tanto, sólo
debe vivir para participar en el orden de la vida de aquí abajo.
Pero, apenas se pone enfermo, apenas empieza a alterarse el
orden normal, terrestre, de su organismo, la posible acción de
otro mundo comienza a manifestarse en él, y a medida que se
agrava su enfermedad, las relaciones con ese otro mundo se van
estrechando, progresión que continúa hasta que la muerte le
permite entrar de lleno en él. Si usted cree en una vida futura,
nada le impide admitir este razonamiento.
-Yo no creo en la vida futura -replicó Raskolnikof.
Svidrigailof estaba ensimismado.
-¿Y si no hubiera allí más que arañas y otras cosas parecidas?
-preguntó de pronto.
«Está loco, pensó Raskolnikof.
-Nos imaginamos la eternidad -continuó Svidrigailofcomo algo
inmenso e inconcebible. Pero ¿por qué ha de ser así
necesariamente? ¿Y si, en vez de esto, fuera un cuchitril, uno de
esos cuartos de baño lugareños, ennegrecidos por el humo y con
telas de araña en todos los rincones? Le confieso que así me la
imagino yo a veces.
Raskolnikof experimentó una sensación de malestar.
-¿Es posible que no haya sabido usted concebir una imagen más
justa, más consoladora? -preguntó.
-¿Más justa? ¡Quién sabe si mi punto de vista es el verdadero! Si
dependiera de mí, ya me las compondría yo para que lo fuera
-respondió Svidrigailof con una vaga sonrisa.
Ante esta absurda respuesta, Raskolnikof se estremeció,
Svidrigailof levantó la cabeza, le miró fijamente y se echó a reír.
StudioCreativo ¡Puro Arte!
Página 354