Crimen y Castigo - Fiódor Dostoyewski
-Miento muy pocas veces -repuso Svidrigailof, pensativo y sin
que, al parecer, advirtiera lo grosero de la pregunta.
-Y antes de esto, ¿no había tenido usted apariciones?
-No... Mejor dicho, sólo una vez, hace seis años. Yo tenía un
criado llamado Filka. Acababan de enterrarlo, cuando empecé a
gritar, distraído: «¡Filka, mi pipa!» Filka entró y se fue derecho al
estante donde estaban alineados mis utensilios de fumador. Como
habíamos tenido un fuerte altercado poco antes de su muerte,
supuse que su aparición era una venganza. Le grité: «¿Cómo te
atreves a presentarte ante mí vestido de ese modo? Se te ven los
codos por los boquetes de las mangas. ¡Fuera de aquí,
miserable!» El dio media vuelta, se fue y no se me apareció nunca
más. No dije nada de esto a Marfa Petrovna. Mi primera intención
fue dedicarle una misa, pero después pensé que esto sería una
puerilidad.
-Usted debe ir al médico.
-No necesito que usted me lo diga para saber que estoy enfermo,
aunque ignoro de qué enfermedad. Sin embargo, yo creo que mi
conducta es cinco veces más normal que la de usted. Mi pregunta
no ha sido si usted cree que pueden verse apariciones, sin