CRIMEN Y CASTIGO - FIÓDOR DOSTOYEVSKI | Page 328

Crimen y Castigo - Fiódor Dostoyewski -Pues es raro, porque ¿quién no se cree hoy en Rusia un Mahoma o un Napoleón? -exclamó Porfirio, empleando de súbito un tono exageradamente familiar. Incluso el acento que había empleado para pronunciar estas palabras era singularmente explícito. De súbito, Zamiotof preguntó desde su rincón: -¿No sería un futuro Napoleón el que mató a hachazos la semana pasada a Alena Ivanovna? Raskolnikof seguía mirando a Porfirio Petrovitch con firme fijeza. No dijo nada. Rasumikhine había fruncido las cejas. Desde hacía un momento sospechaba algo que le hizo mirar furiosamente a un lado y a otro. Hubo un minuto de penoso silencio. Raskolnikof se dispuso a marcharse. -¿Ya se va usted? -exclamó Porfirio Petrovitch con extrema amabilidad y tendiendo la mano al joven-. Estoy encantado de haberle conocido. En cuanto a su petición, puede estar tranquilo. Haga usted el requerimiento por escrito tal como le he indicado. Sin embargo, sería preferible que viniera a verme a la comisaría un día de éstos..., mañana, por ejemplo. A las once estaré allí. Lo arreglaremos todo y hablaremos. Como usted fue uno de los últimos que visitó aquella casa -añadió en tono amistoso-, tal vez pueda aclararnos algo. -Lo que usted pretende es interrogarme en toda regla, ¿no es así? -preguntó rudamente Raskolnikof. -Nada de eso. ¿Por qué? Por el momento, no hace falta. No me ha com