Crimen y Castigo - Fiódor Dostoyewski
amargura, consideró inadecuado el tono cáustico, grosero y
provocativo de Porfirio.
-Bien, querido -dijo el estudiante-. Si estáis hablando en serio,
quiero decirte que tienes razón al afirmar que no hay nada nuevo
en esas ideas, que todas se parecen a las que hemos oído exponer
infinidad de veces. Pero yo veo algo original en tu artículo, algo
que a mi entender te pertenece por completo, muy a pesar mío, y
es ese derecho moral a derramar sangre que tú concedes con
plena conciencia y excusas con tanto fanatismo... Me parece que
ésta es la idea principal de tu artículo: la autorización moral a
matar..., la cual, por cierto, me parece mucho más terrible que la
autorización oficial y legal.
-Exacto: es mucho más terrible -observó Porfirio.
-Sin duda, tú te has dejado llevar hasta más allá del límite de tu
idea. Eso es un error. Leeré tu artículo. Tú has dicho más de lo
que querías decir... Tú no puedes opinar así... Leeré tu artículo.
-En mi artículo no hay nada de todo eso -dijo Raskolnikof-. Yo
me limité a comentar superficialmente la cuestión.
-Lo cierto es -dijo Porfirio, que apenas podía mantenerse en su
puesto de juez- que ahora comprendo casi enteramente sus
puntos de vista sobre el crimen. Pero... Perdone que le importune
tanto (estoy avergonzado de molestarle de este