CRIMEN Y CASTIGO - FIÓDOR DOSTOYEVSKI | Page 32

Crimen y Castigo - Fiódor Dostoyewski temblar, a gritar, y se arrojó en brazos de su hermana, convulso y aterrado. La niña mayor temblaba como una hoja. -¡Todo, todo se lo ha bebido! -gritaba, desesperada, la pobre mujer-. ¡Y estas ropas no son las suyas! ¡Están hambrientos! -señalaba a los niños, se retorcía los brazos-. ¡Maldita vida! De pronto se encaró con Raskolnikof. -¿Y a ti no te da vergüenza? ¡Vienes de la taberna! ¡Has bebido con él! ¡Fuera de aquí! El joven, sin decir nada, se apresuró a marcharse. La puerta interior acababa de abrirse e iban asomando caras cínicas y burlonas, bajo el gorro encasquetado y con el cigarrillo o la pipa en la boca. Unos vestían batas caseras; otros, ropas de verano ligeras hasta la indecencia. Algunos llevaban las cartas en la mano. Se echaron a reír de buena gana al oír decir a Marmeladof que los tirones de pelo eran para él una delicia. Algunos entraron en la habitación. Al fin se oyó una voz silbante, de mal agüero. Era Amalia Ivanovna Lipevechsel en persona, que se abrió paso entre los curiosos, para restablecer el orden a su manera y apremiar por centésima vez a la desdichada mujer, brutalmente y con palabras injuriosas, a dejar la habitación al mismo día siguiente. Antes de salir, Raskolnikof había tenido tiempo de Ilevarse la mano al bolsillo, coger las monedas que le quedaban del rublo que había cambiado en la taberna y dejarlo, sin que le viesen, en el alféizar de la ventana. Después, cuando estuvo en la escalera, se arrepintió de su generosidad y estuvo a punto de volver a subir. «¡Qué estupidez he cometido! -pensó-. Ellos tienen a Sonia, y yo no tengo quien me ayude.» Luego se dijo que ya no podía volver a recoger el dinero y que, aunque hubiese podido, no lo habría hecho, y decidió volverse a casa. «Sonia necesita cremas -siguió diciéndose, con una risita sarcástica, mientras iba por la calle-. Es una limpieza que cuesta StudioCreativo ¡Puro Arte! Página 31