CRIMEN Y CASTIGO - FIÓDOR DOSTOYEVSKI | Page 312

Crimen y Castigo - Fiódor Dostoyewski -Me fastidiaron insoportablemente -dijo Raskolnikof, dirigiéndose a Porfirio con una sonrisa burlona, insolente, retadora-. Huí para ir a alquilar una habitación donde no pudieran encontrarme. Y llevaba en el bolsillo una buena cantidad de dinero. El señor Zamiotof lo sabe porque lo vio. Por lo tanto, señor Zamiotof, le ruego que resuelva usted nuestra disputa. Diga: ¿estaba delirando o conservaba mi sano juicio? De buena gana habría estrangulado a Zamiotof, tanto le irritaron su silencio y sus miradas equívocas. -Me pareció -dijo al fin Zamiotof secamente- que hablaba usted como un hombre razonable; es más, como un hombre... prudente; sí, prudente. Pero también parecía usted algo exasperado. -Y hoy -intervino Porfirio Petrovitch- Nikodim Fomitch me ha contado que le vio ayer, a hora muy avanzada, en casa de un funcionario que acababa de ser atropellado por un coche. -¡Ahí tenemos otra prueba! -exclamó al punto Rasumikhine-. ¿No es cierto que te condujiste como un loco en casa de ese desgraciado? Entregaste todo el dinero a la viuda para el entierro. Bien que la socorrieras, que le dieses quince, hasta veinte rublos, con lo que te habrían quedado cinco para ti; pero no todo lo que tenías... -A lo mejor, es que me he encontrado un tesoro. Esto justificaría mi generosidad. Ahí tienes al señor Zamiotof, que cree que, en efecto, me lo he encontrado... Y añadió, dirigiéndose a Porfirio Petrovitch, con los labios temblorosos: -Perdone que le hayamos molestado durante media hora con una charla tan inútil. Está usted abrumado, ¿verdad? -¡Qué disparate! Todo lo contrario. Usted no sabe hasta qué extremo me interesa su compañía. Me encanta verle y oírle... Celebro de veras, puede usted creerme, que al fin se haya decidido a venir. StudioCreativo ¡Puro Arte! Página 311