Crimen y Castigo - Fiódor Dostoyewski
-Danos un poco de té -dijo Rasumikhine-. Tengo la garganta
seca.
-Buena idea. Tal vez a estos señores les venga el té tan bien
como a ti... ¿No quieres nada sólido antes?
-¡Hala! No te entretengas.
Porfirio Petrovitch fue a encargar el té.
La mente de Raskolnikof era un hervidero de ideas. El joven
estaba furioso.
«Lo más importante es que ni disimulan ni se andan con rodeos.
¿Por qué, sin conocerme, has hablado de mí con Nikodim Fomitch,
Porfirio Petrovitch? Esto demuestra que no ocultan que me siguen
la pista como una jauría de sabuesos. Me están escupiendo en
plena cara.»
Y al pensar esto, temblaba de cólera.
«Pero llevad cuidado y no pretendáis jugar conmigo como el gato
con el ratón. Esto no es noble, Porfirio Petrovitch, y yo no lo
puedo permitir. Si seguís así, me levantaré y os arrojaré a la cara
toda la verdad. Entonces veréis hasta qué punto os desprecio.»
Respiraba penosamente.
«¿Pero y si me equivoco y todo esto no son más que figuraciones
mías? Podría ser todo un espejismo, podría haber interpretado mal
las cosas a causa de mi ignorancia. ¿Es que no voy a ser capaz de
mantener mi bajo papel? Tal vez no tienen ninguna intención
oculta... Las cosas que dicen son perfectamente normales... Sin
embargo, se percibe tras ellas algo que... Cualquiera podría
expresarse como ellos, pero sin duda bajo sus palabras se oculta
una segunda intención... ¿Por qué Porfirio no ha nombrado
francamente a la vieja? ¿Por qué Zamiotof ha dicho que yo me
había expresado como un hombre "prudente"? ¿Y a qué viene ese
tono en que hablan? Sí, ese tono... Rasumikhine lo ha presenciado
todo. ¿Por qué, pues, no le ha sorprendido nada de eso? Ese
majadero no se da cuenta de nada... Vuelvo a sentir fiebre... ¿Me
habrá guiñado el ojo Porfirio o habrá sido simplemente un tic? Sin
StudioCreativo ¡Puro Arte!
Página 312