Crimen y Castigo - Fiódor Dostoyewski
Porfirio Petrovitch. Esto era lo que él quería. Así, desde el
despacho le oyeron entrar en la casa riendo, y siguieron oyendo
estas risas cuando los dos amigos llegaron a la antesala.
-¡Ojo con decir aquí una sola palabra, porque te hago papilla!
-dijo Rasumikhine fuera de sí y atenazando con su mano el
hombro de su amigo.
V
Raskolnikof entró en el despacho con el gesto del hombre que
hace descomunales esfuerzos para no reventar de risa. Le seguía
Rasumikhine, rojo como la grana, cohibido, torpe y transfigurado
por el furor del semblante. Su cara y su figura tenían en aquellos
momentos un aspecto cómico que justificaba la hilaridad de su
amigo. Raskolnikof, sin esperar a ser presentado, se inclinó an