CRIMEN Y CASTIGO - FIÓDOR DOSTOYEVSKI | Page 304

Crimen y Castigo - Fiódor Dostoyewski que yo lea la verdad en su semblante apenas entre en el despacho, al primer paso que dé. De lo contrario, no sabré cómo proceder, y ya puedo darme por perdido.» -¿Sabes lo que te digo? -preguntó de pronto a Rasumikhine con una sonrisa maligna-. Que he observado que toda la mañana te domina una gran agitación. De veras. -¿Agitación? Nada de eso -repuso, mortificado, Rasumikhine. -No lo niegues. Eso se ve a la legua. Hace un rato estabas sentado en el borde de la silla, cosa que no haces nunca, y parecías tener calambres en las piernas. A cada momento te sobresaltabas sin motivo, y unas veces tenías cara de hombre amargado y otras eras un puro almíbar. Te has sonrojado varias veces y te has puesto como la púrpura cuando te han invitado a comer. -Todo eso son invenciones tuyas. ¿Qué quieres decir? -A veces eres tímido como un colegial. Ahora mismo te has puesto colorado. -¡Imbécil! -Pero ¿a qué viene esa confusión? ¡Eres un Romeo! Ya contaré todo esto en cierto sitio. ¡Ja, ja, ja! ¡Cómo voy a hacer reír a mi madre! ¡Y a otra persona! -Oye, oye... Hablemos en serio... Quiero saber... -balbuceó Rasumikhine, aterrado-. ¿Qué piensas contarles? Oye, querido... ¡Eres un majadero! -Estás hecho una rosa de primavera... ¡Si vieras lo bien que esto te sienta! ¡Un Romeo de tan aventajada estatura! ¡Y cómo te has lavado hoy! Incluso te has limpiado las uñas. ¿Cuándo habías hecho cosa semejante? Que Dios me perdone, pero me parece que hasta te has puesto pomada en el pelo. A ver: baja un poco la cabeza. -¡Imbécil! Raskolnikof se reía de tal modo, que parecía no poder cesar de reír. La hilaridad le duraba todavía cuando llegaron a casa de StudioCreativo ¡Puro Arte! Página 303