Crimen y Castigo - Fiódor Dostoyewski
estudiante de Derecho y que no podías terminar tus estudios por
falta de dinero, exclamó: «¡Es lamentable!» De esto deduzco...
Mejor dicho, del conjunto de todos estos detalles... Ayer,
Zamiotof... Oye, Rodia, cuando te llevé ayer a tu casa estaba
embriagado y dije una porción de tonterías. Lamentaría que
hubieras tomado demasiado en serio mis palabras.
-¿A qué te refieres? ¿A la sospecha de esos hombres de que
estoy loco? Pues bien, tal vez no se equivoquen.
Y se echó a reír forzadamente.
-Si, si... ¡digo, no...! Lo cierto es que todo lo que dije anoche
sobre esa cuestión y sobre todas eran divagaciones de borracho.
-Entonces, ¿para qué excusarse? ¡Si supieras cómo me fastidian
todas estas cosas! -exclamó Raskolnikof con una irritación fingida
en parte.
-Lo sé, lo sé. Lo comprendo perfectamente; te aseguro que lo
comprendo. Incluso me da vergüenza hablar de ello.
-Si te da vergüenza, cállate.
Los dos enmudecieron. Rasumikhine estaba encantado, y
Raskolnikof se dio cuenta de ello con una especie de horror. Lo
que su amigo acababa de decirle acerca de Porfirio Petrovitch no
dejaba de inquietarle.
«Otro que me compadece -pensó, con el corazón agitado y
palideciendo-. Ante éste tendré que fingir mejor y con más
naturalidad que ante Rasumikhine. Lo más natural sería no decir
nada, absolutamente nada... No, no; esto también podría parecer
poco natural... En fin, dejémonos llevar de los acontecimientos...
En seguida veremos lo que sucede... ¿He hecho bien en venir o
no? La mariposa se arroja a la llama ella misma... El corazón me
late con violencia... Mala cosa.»
-Es esa casa gris -lijo Rasumikhine.
«Es de gran importancia saber si Porfirio está enterado de que
estuve ayer en casa de esa bruja y de las preguntas que hice
sobre la sangre. Es necesario que yo sepa esto inmediatamente,
StudioCreativo ¡Puro Arte!
Página 302