Crimen y Castigo - Fiódor Dostoyewski
no un simple rincón, pero comunicaba con otras habitaciones y
era como un pasillo. La puerta que daba a las habitaciones, mejor
dicho, a las jaulas, del piso de Amalia Lipevechsel, estaba
entreabierta. Se oían voces y ruidos diversos. Las risas estallaban
a cada momento. Sin duda, había allí gente que jugaba a las
cartas y tomaba el té. A l a habitación de Marmeladof llegaban a
veces fragmentos de frases groseras.
Raskolnikof reconoció inmediatamente a Catalina Ivanovna. Era
una mujer horriblemente delgada, fina, alta y esbelta, con un
cabello castaño, bello todavía. Como había dicho Marmeladof, sus
pómulos estaban cubiertos de manchas rojas. Con los labios
secos, la respiración rápida e irregular y oprimiéndose el pecho
convulsivamente con las manos, se paseaba por la habitación. En
sus ojos había un brillo de fiebre y su mirada tenía una dura
fijeza. Aquel rostro trastornado de tísica producía una penosa
impresión a la luz vacilante y mortecina del cabo de vela casi
consumido.
Raskolnikof calculó que tenía unos treinta años y que la edad de
Marmeladof superaba bastante a la de su mujer. Ella no advirtió la
presencia de los dos hombres. Parecía sumida en un estado de
aturdimiento que le impedía ver y oír.
La atmósfera de la habitación era irrespirable, pero la ventana
estaba cerrada. De la escalera llegaban olores nauseabundos,
pero la puerta del piso estaba abierta. En fin, la puerta interior,
solamente entreabierta, dejaba pasar espesas nubes de humo de
tabaco que hacían toser a Catalina Ivanovna; pero ella no se
había preocupado de cerrar esta puerta.
El hijo menor, una niña de seis años, dormía sentada en el suelo,
con el cuerpo torcido y la cabeza apoyada en el sofá. Su
hermanito, que tenía un año más que ella, lloraba en un rincón y
los sollozos sacudían todo su cuerpo. Seguramente su madre le
acababa de pegar. La mayor, una niña de nueve años, alta y
delgada como una cerilla, llevaba una camisa llena de agujeros y,
StudioCreativo ¡Puro Arte!
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Comentario [L8]: Tener alquilada una
habitación entera estaba considerado como
un lujo por la gente pobre, que alquilaba
generalmente una parte, un ricón de
habitación.