CRIMEN Y CASTIGO - FIÓDOR DOSTOYEVSKI | Page 298

Crimen y Castigo - Fiódor Dostoyewski ¿Qué te parece...? Así se solucionaría más rápidamente el asunto... Ya verás como, apenas nos sentemos a la mesa, mi madre me habla del reloj. Rasumikhine dio muestras de una emoción extraordinaria. -No tienes que ir a la policía para nada. Porfirio lo solucionará todo... Me has dado una verdadera alegría... Y ¿para qué esperar? Podemos ir inmediatamente. Lo tenemos a dos pasos de aquí. Estoy seguro de que lo encontraremos. -De acuerdo: vamos. -Se alegrará mucho de conocerte. ¡Le he hablado tantas veces de ti...! Ayer mismo te nombramos... ¿De modo que conocías a la vieja? ¡Estupendo...! ¡Ah! Nos habíamos olvidado de que está aquí Sonia Ivanovna. -Sonia Simonovna -rectificó Raskolnikof-. Éste es mi amigo Rasumikhine, Sonia Simonovna; un buen muchacho... -Si se han de marchar ustedes... -comenzó a decir Sonia, cuya confusión había aumentado al presentarle Rodia a Rasumikhine, hasta el punto de que no se atrevía a levantar los ojos hacia él. -Vamos -decidió Raskolnikof-. Hoy mismo pasaré por su casa, Sonia Simonovna. Haga el favor de darme su dirección. Dijo esto con desenvoltura pero precipitadamente y sin mirarla. Sonia le dio su dirección, no sin ruborizarse, y salieron los tres. -No has cerrado la puerta -dijo Rasumikhine cuando empezaban a bajar la escalera. -No la cierro nunca... Además, no puedo. Hace dos años que quiero comprar una cerradura. Había dicho esto con aire de despreocupación. Luego exclamó, echándose a reír y dirigiéndose a Sonia: -¡Feliz el hombre que no tiene nada que guardar bajo llave! ¿No cree usted? Al llegar a la puerta se detuvieron. -Usted va hacia la derecha, ¿verdad, Sonia Simonovna...? ¡Ah, oiga! ¿Cómo ha podido encontrarme? -preguntó en el tono del que StudioCreativo ¡Puro Arte! Página 297