Crimen y Castigo - Fiódor Dostoyewski
Pulqueria Alejandrovna se contuvo y en este punto terminó la
conversación.
-Ven; tenemos que hablar -dijo Raskolnikof a Rasumikhine,
llevándoselo junto a la ventana.
-Ya diré a Catalina Ivanovna que vendrá usted a los funerales
-dijo Sonia precipitadamente y disponiéndose a marcharse.
-Un momento, Sonia Simonovna. No se trata de ningún secreto;
de modo que usted no nos molesta lo más mínimo... Todavía
tengo algo que decirle.
Se volvió de nuevo hacia Rasumikhine y continuó:
-Quiero hablarte de ése..., ¿cómo se llama...? ¡Ah, sí! Porfirio
Petrovitch... Tú le conoces, ¿verdad?
-¿Cómo no lo he de conocer si somos parientes? Bueno, ¿de qué
se trata? -preguntó con viva curiosidad.
-Creo que es él el que instruye el sumario de... de ese asesinato
que comentabais ayer. ¿No?
-Sí, ¿y qué? -preguntó Rasumikhine, abriendo exageradamente
los ojos.
-Tengo entendido que ha interrogado a todos los que tenían
algún objeto empeñado en casa de la vieja. Yo también tenía algo
empeñado..., muy poca cosa..., una sortija que me dio mi
hermana cuando me vine a Petersburgo, y el reloj de plata de mi
padre. Las dos cosas juntas sólo valen cinco o seis rublos, pero
como recuerdos tienen un gran valor para mí. ¿Qué te parece que
haga? No quisiera perder esos objetos, especialmente el reloj de
mi padre. Hace un momento, temblaba al pensar que mi madre
podía decirme que quería verlo, sobre todo cuando estábamos
hablando del reloj de Dunetchka. Es el único objeto que nos queda
de mi padre. Si lo perdiéramos, a mi madre le costaría una
enfermedad. Ya Sabes cómo son las mujeres. Dime, ¿qué debo
hacer? Ya sé que hay que ir a la comisaría para prestar
declaración. Pero si pudiera hablar directamente con Porfirio...
StudioCreativo ¡Puro Arte!
Página 296