CRIMEN Y CASTIGO - FIÓDOR DOSTOYEVSKI | Page 294

Crimen y Castigo - Fiódor Dostoyewski -Como es natural, Rodia -dijo la madre, poniéndose en pie-, comeremos juntos... Vámonos, Dunetchka. Y tú, Rodia, deberías ir a dar un paseo, después descansar un rato y luego venir a reunirte con nosotras... lo antes posible. Sin duda te hemos fatigado. -Iré, iré -se apresuró a contestar Raskolnikof, levantándose-. Además, tengo cosas que hacer. -¿Qué quieres decir con eso? -exclamó Rasumikhine, mirando fijamente a Raskolnikof-. Supongo que no se te habrá pasado por la cabeza comer solo. Dime: ¿qué piensas hacer? -Te aseguro que iré. Y tú quédate aquí un momento... ¿Podéis dejármelo para un rato, mamá? ¿Verdad que no lo necesitáis? -¡No, no! Puede quedarse... Pero le ruego, Dmitri Prokofitch, que venga usted también a comer con nosotros. -Yo también se lo ruego -dijo Dunia. Rasumikhine asintió haciendo una reverencia. Estaba radiante. Durante un momento, todos parecieron dominados por una violencia extraña. -Adiós, Rodia. Es decir, hasta luego: no me gusta decir adiós... Adiós, Nastasia. ¡Otra vez se me ha escapado! Pulqueria Alejandrovna tenía intención de saludar a Sonia, pero no supo cómo hacerlo y salió de la habitación precipitadamente. En cambio, Avdotia Romanovna, que parecía haber estado esperando su vez, al pasar ante Sonia detrás de su madre la saludó amable y gentilmente. Sonetchka perdió la calma y se inclinó con temeroso apresuramiento. Por su semblante pasó una sombra de amargura, como si la cortesía y la afabilidad de Avdotia Romanovna le hubieran producido una impresión dolorosa. -Adiós, Dunia -dijo Raskolnikof, que había salido al vestíbulo tras ella-. Dame la mano. -¡Pero si ya te la he dado! ¿No lo recuerdas? -dijo la joven, volviéndose hacia él, entre desconcertada y afectuosa. -Es que quiero que me la vuelvas a dar. StudioCreativo ¡Puro Arte! Página 293