Crimen y Castigo - Fiódor Dostoyewski
Dunia enrojeció y un relámpago de cólera brilló en sus ojos.
-¿Dices que lo cumplirás todo? -preguntó Raskolnikof con aviesa
sonrisa.
-Hasta cierto punto, Piotr Petrovitch ha pedido mi mano de un
modo que me ha revelado claramente lo que espera de mí.
Ciertamente, tiene una alta opinión de sí mismo, acaso demasiado
alta; pero confío en que sabrá apreciarme a mí igualmente... ¿Por
qué vuelves a reírte?
-¿Y tú por qué te sonrojas? Tú mientes, Dunia; mientes por
obstinación femenina, para que no pueda parecer que te has
dejado convencer por mí... Tú no puedes estimar a Lujine. Lo he
visto, he hablado con él. Por lo tanto, te casas por interés, te
vendes. De cualquier modo que la mires, tu decisión es una vileza.
Me siento feliz de ver que todavía eres capaz de enrojecer.
-¡Eso no es verdad! ¡Yo no miento! -exclamó Dunetchka,
perdiendo por completo la calma-. No me casaría con él si no
estuviera convencida de que me aprecia; no me casaría sin estar
segura de que es digno de mi estimación. Afortunadamente, tengo
la oportunidad de comprobarlo muy pronto, hoy mismo. Este
matrimonio no es una vileza como tú dices... Por otra parte, si
tuvieses razón, si yo hubiese decidido cometer una bajeza de esta
índole, ¿no sería una crueldad tu actitud? ¿Cómo puedes exigir de
mí un heroísmo del que tú seguramente no eres capaz? Eso es
despotismo, tiranía. Si yo causo la pérdida de alguien, no será
sino de mí misma... Todavía no he matado a nadie... ¿Por qué me
miras de ese modo...? ¡Estás pálido...! ¿Qué te pasa, Rodia...?
¡Rodia, querido Rodia!
-¡Señor! ¡Se ha desmayado! Tú tienes la culpa -exclamó
Pulqueria Alejandrovna.
-No, no..., no ha sido nada... Se me ha ido un poco la cabeza,
pero no me he desmayado... No piensas más que en eso... ¿Qué
es lo que yo quería decir...? ¡Ah, sí! ¿De modo que esperas
convencerte hoy mismo de que él te aprecia y es digno de tu
StudioCreativo ¡Puro Arte!
Página 285