Crimen y Castigo - Fiódor Dostoyewski
mantenían, cuando su deseo era no pronunciar una sola palabra,
estaban a punto de serle por completo insoportables.
Sin embargo, había un asunto cuya discusión no admitía
dilaciones. Así acababa de decidirlo, levantándose. De un modo o
de otro, debía quedar resuelto inmediatamente. Y experimentó
cierta satisfacción al hallar un modo de salir de la violenta
situación en que se encontraba.
-Tengo algo que decirte, Dunia -manifestó secamente y con
grave semblante-. Te ruego que me excuses por la escena de
ayer, pero considero un deber recordarte que mantengo los
términos de mi dilema: Lujine o yo. Yo puedo ser un infame, pero
no quiero que tú lo seas. Con un miserable hay suficiente. De
modo que si te casas con Lujine, dejaré de considerarte hermana
mía.
-¡Pero Rodia! ¿Otra vez. Las ideas de anoche? -exclamó
Pulqueria Alejandrovna-. ¿Por qué lo crees infame? No puedo
soportarlo. Lo mismo dijiste ayer.
-Óyeme, Rodia -repuso Dunetchka firmemente y en un tono tan
seco como el de su hermano-, la discrepancia que nos separa
procede de un error tuyo. He reflexionado sobre ello esta noche y
he descubierto ese error. La causa de todo es que tú supones que
yo me sacrifico por alguien. Ésa es tu equivocación. Yo me caso
por mí, porque la vida me parece demasiado difícil. Desde luego,
seré muy feliz si puedo ser útil a los míos, pero no es éste el
motivo principal de mi determinación.
«Miente -se dijo Raskolnikof, mordiéndose los labios en un
arranque de rabia-. ¡La muy orgullosa...! No quiere confesar su
propósito de ser mi bienhechora. ¡Qué caracteres tan viles! Su
amor se parece al odio. ¡Cómo los detesto a todos!»
-En una palabra -continuó Dunia-, me caso con Piotr Petrovitch
porque de dos males he escogido el menor. Tengo la intención de
cumplir lealmente todo lo que él espera de mí; por lo tanto, no te
engaño. ¿Por qué sonríes?
StudioCreativo ¡Puro Arte!
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