Crimen y Castigo - Fiódor Dostoyewski
-¡Ah, Rodia! -dijo, respondiendo a las palabras de su hijo- No te
puedes imaginar cuánto sufrimos Dunia y yo ayer. Ahora que todo
ha terminado y la felicidad ha vuelto a nosotros, puedo decirlo.
Figúrate que vinimos aquí a toda prisa apenas dejamos el tren,
para verte y abrazarte, y esa mujer... ¡Ah, mira, aquí está!
Buenos días, Nastasia... Pues bien, Nastasia nos contó que tú
estabas en cama, con alta fiebre; que acababas de marcharte,
inconsciente, delirando, y que habían salido en tu busca. Ya
puedes imaginarte nuestra angustia. Yo me acordé de la trágica
muerte del teniente Potantchikof, un amigo de tu padre al que tú
no has conocido. Huyó como tú, en un acceso de fiebre, y cayó en
el pozo del patio. No se le pudo sacar hasta el día siguiente. El
peligro que corrías se nos antojaba mucho mayor de lo que era en
realidad. Estuvimos a punto de ir en busca de Piotr Petrovitch para
pedirle ayuda..., pues estábamos solas, completamente solas
-terminó con acento quejumbroso.
Se había detenido ante la idea de que todavía era peligroso
hablar de Piotr Petrovitch, aunque todo estuviera ya arreglado
felizmente.
-Sí, todo eso es muy enojoso -dijo Raskolnikof en un tono tan
distraído e indiferente, que Dunetchka le miró sorprendida-. ¿Qué
otra cosa quería deciros? -continuó, esforzándose por recordar-.
¡Ah, si! No creas, mamá, ni tú, Dunetchka, que yo no quería ir a
veros sin que antes vinierais vosotras.
-¡Qué ocurrencia, Rodia! -exclamó Pulqueria Alejandrovna,
asombrada.
«Nos habla como por pura cortesía -pensó Dunetchka-. Hace las
paces y presenta sus excusas como si cumpliera una simple
formalidad o dijese una lección aprendida de memoria.»
-Acabo de levantarme y me preparaba para ir a veros, pero el
estado de mi traje me lo ha impedido. Ayer me olvidé de decir a
Nastasia que limpiara las manchas de sangre, y ahora mismo
acabo de vestirme.
StudioCreativo ¡Puro Arte!
Página 276