Crimen y Castigo - Fiódor Dostoyewski
Intentó llenarse el vaso, pero la botella estaba vacía.
-Pero ¿por qué te han de compadecer? -preguntó el tabernero,
acercándose a Marmeladof.
La sala se llenó de risas mezcladas con insultos. Los primeros en
reír e insultar fueron los que escuchaban al funcionario. Los otros,
los que no habían prestado atención, les hicieron coro, pues les
bastaba ver la cara del charlatán.
-¿Compadecerme? ¿Por qué me han de compadecer? -bramó de
pronto Marmeladof, levantándose, abriendo los brazos con un
gesto de exaltación, como si sólo esperase este momento-. ¿Por
qué me han de compadecer?, me preguntas. Tienes razón: no
merezco que nadie me compadezca; lo que merezco es que me
crucifiquen. ¡Sí, la cruz, no la compasión...! *7'V6