Crimen y Castigo - Fiódor Dostoyewski
alto todo aquello que no convenía referir, como, por ejemplo, la
escena de la comisaría, con todas sus consecuencias. Las dos
mujeres le escucharon con ávida atención. Sin embargo, cuando
él creyó que había dado todos los detalles susceptibles de
interesarlas y, por lo tanto, consideraba cumplida su misión,
advirtió que ellas no opinaban así y que habían escuchado su
largo relato simplemente como un preámbulo.
-Dígame -dijo vivamente Pulqueria Alejandrovna-, ¿qué juzga
usted...? ¡Oh, perdón...! No conozco todavía su nombre.
-Dmitri Prokofitch.
-Pues bien, Dmitri Prokofitch; yo quisiera saber... cuáles son las
opiniones de Rodia, sus ideas, en estos momentos... Es decir...,
compréndame... ¡Oh!, no sé cómo decírselo... Mire, yo quisiera
saber qué es lo que le gusta y lo que no le gusta..., y si siempre
está tan irritado como anoche..., y cuáles son sus deseos, mejor
dicho, sus sueños y ambiciones..., y qué es lo que más influye en
su ánimo en estos momentos... En una palabra, yo quisiera
saber...
-Pero, mamá -le interrumpió Dunia-, ¿quién puede responder a
ese torrente de preguntas?
-¡Es verdad, Dios mío! ¡Es que estaba tan lejos de esperar
encontrarlo así!
-Sin embargo -dijo Rasumikhine-, esos cambios son muy
naturales. Yo no tengo madre, pero sí un tío que viene todos los
años a verme. Y siempre me encuentra transformado, incluso
físicamente... Bueno, lo importante es que han ocurrido muchas
cosas durante los tres años que han estado ustedes sin ver a
Rodion. Yo lo conozco desde hace año y medio. Ha sido siempre
un hombre taciturno, sombrío y soberbio. Últimamente (o tal vez
esto empezó antes de lo que suponemos) se ha convertido en un
ser receloso y neurasténico. No es amigo de revelar sus
sentimientos: prefiere mortificar a sus semejantes a mostrarse
amable y expansivo con ellos. A veces se limita a aparecer frío e
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