CRIMEN Y CASTIGO - FIÓDOR DOSTOYEVSKI | Page 251

Crimen y Castigo - Fiódor Dostoyewski caso es que allí todo se dice y todo se perdona. ¿Estoy yo también perdonado aquí? ¿Sí? Pues adelante... Este pasillo lo conozco yo. He estado aquí otras veces. Allí, en el número tres, hubo un día un escándalo. ¿Dónde se alojan ustedes? ¿En el número ocho? Pues cierren bien la puerta y no abran a nadie... Volveré dentro de un cuarto de hora con noticias, y dentro de media hora con Zosimof. Bueno, me voy. Buenas noches. -Dios mío, ¿adónde hemos venido a parar? -preguntó, ya en la habitación, Pulqueria Alejandrovna a su hija. -Tranquilízate, mamá -repuso Dunia, quitándose el sombrero y la mantilla-. Dios nos ha enviado a este hombre, aunque lo haya sacado de una orgía. Se puede confiar en él, te lo aseguro. Además, ¡ha hecho ya tanto por mi hermano! -¡Ay, Dunetchka! Sabe Dios si volverá. No sé cómo he podido dejar a Rodia... Nunca habría creído que lo encontraría en tal estado. Cualquiera diría que no se ha alegrado de vernos. Las lágrimas llenaban sus ojos. -Eso no, mamá. No has podido verlo bien, porque no hacías más que llorar. Lo que ocurre es que está agotado por una grave enfermedad. Eso explica su conducta. -¡Esa enfermedad, Dios mío...! ¿Cómo terminará todo esto...? Y ¡en qué tono te ha hablado! Al decir esto, la madre buscaba tímidamente la mirada de su hija, deseosa de leer en su pensamiento. Sin embargo, la tranquilizaba la idea de que Dunia defendía a su hermano, lo que demostraba que te había perdonado. -Estoy segura de que mañana será otro -añadió para ver qué contestaba su hija. -Pues a mí no me cabe duda -afirmó Dunia- de que mañana pensará lo mismo que hoy. Pulqueria Alejandrovna renunció a continuar el diálogo: la cuestión le parecía demasiado delicada. StudioCreativo ¡Puro Arte! Página 250