Crimen y Castigo - Fiódor Dostoyewski
puede enterrarse para siempre. Tenemos abundantes ejemplos de
ello. ¿Qué hacemos nosotros en la actualidad? Todos, todos sin
excepción, nos hallamos, en lo que concierne a la ciencia, la
cultura, el pensamiento, la invención, el ideal, los deseos, el
liberalismo, la razón, la experiencia y todo lo demás, en una clase
preparatoria del instituto, y nos contentamos con vivir con el
espíritu ajeno... ¿Tengo razón o no la tengo? Díganme: ¿tengo
razón?
Rasumikhine dijo esto a grandes voces, sacudiendo y apretando
las manos de las dos mujeres.
-¿Qué sé yo, Dios mío? -exclamó la pobre Pulqueria
Alejandrovna.
Y Avdotia Romanovna repuso gravemente:
-Ha dicho usted muchas verdades, pero yo no estoy de acuerdo
con usted en todos los puntos.
Apenas había terminado de pronunciar estas palabras, lanzó un
grito de dolor provocado por un apretón de manos demasiado
enérgico.
Rasumilchine exclamó, en el colmo del entusiasmo:
-¡Ha reconocido usted que tengo razón! Después de esto, no
puedo menos de declarar que es usted un manantial de bondad,
de buen juicio, de pureza y de perfecci ;6