CRIMEN Y CASTIGO - FIÓDOR DOSTOYEVSKI | Page 242

Crimen y Castigo - Fiódor Dostoyewski Avdotia Romanovna estaba pálida y su mano temblaba en la de Rodia. -Volved a vuestro alojamiento... con él -dijo Raskolnikof con voz entrecortada y señalando a Rasumikhine-. Ya hablaremos mañana. ¿Hace mucho que habéis llegado? -Esta tarde, Rodia -repuso Pulqueria Alejandrovna-. El tren se ha retrasado. Pero oye, Rodia: no te dejaré por nada del mundo; pasaré la noche aquí, cerca de... -¡No me atormentéis! -la interrumpió el enfermo, irritado. -Yo me quedaré con él -dijo al punto Rasumikhine-, y no te dejaré solo ni un segundo. Que se vayan al diablo mis invitados. No me importa que les sepa mal. Allí estará mi tío para atenderlos. -¿Cómo podré agradecérselo? -empezó a decir Pulqueria Alejandrovna estrechando las manos de Rasumikhine. Pero su hijo la interrumpió: -¡Basta, basta! No me martiricéis. No puedo más. -Vámonos, mamá. Salgamos aunque sólo sea un momento -murmuró Dunia, asustada-. No cabe duda de que nuestra presencia te mortifica. -¡Que no pueda quedarme a su lado después de tres años de separación! -gimió Pulqueria Alejandrovna, bañada en lágrimas. -Esperad un momento -dijo Raskolnikof-. Como me interrumpís, pierdo el hilo de mis ideas. ¿Habéis visto a Lujine? -No, Rodia; pero ya sabe que hemos llegado. Ya nos hemos enterado de que Piotr Petrovitch ha tenido la atención de venir a verte hoy -dijo con cierta cortedad Pulqueria Alejandrovna. -Sí, ha sido muy amable... Oye, Dunia, he dicho a ese hombre que lo iba a tirar por la escalera y lo he mandado al diablo. -¡Oh Rodia! ¿Por qué has hecho eso? Seguramente tú... No creerás que... -balbuceó Pulqueria Alejandrovna, aterrada. Pero una mirada dirigida a Dunia le hizo comprender que no debía continuar. Avdotia Romanovna miraba fijamente a su StudioCreativo ¡Puro Arte! Página 241