Crimen y Castigo - Fiódor Dostoyewski
lugar donde se habia producido el accidente. Raskolnikof cerraba
la marcha e indicaba el camino, mientras sostenía la cabeza del
herido con grandes precauciones.
-¡Por aquí! ¡Por aquí! Hay que llevar mucho cuidado cuando
subamos la escalera. Hemos de procurar que su cabeza se
mantenga siempre alta. Viren un poco... ¡Eso es...! ¡Yo pagaré...!
No soy un ingrato...
En esos momentos, Catalina Ivanovna se entregaba a su
costumbre, como siempre que disponía de un momento libre, de ir
y venir por su reducida habitación, con los brazos cruzados sobre
el pecho, tosiendo y hablando en voz alta.
Desde hacía algún tiempo, le gustaba cada vez más hablar con
su hija mayor, Polenka, niña de diez años que, aunque incapaz de
comprender muchas cosas, se daba perfecta cuenta de que su
madre tenía gran necesidad de expansionarse. Por eso fijaba en
ella sus grandes e inte ƖvV