Crimen y Castigo - Fiódor Dostoyewski
Por otra parte, el cochero no parecía muy preocupado por las
consecuencias del accidente. El elegante coche pertenecía sin
duda a un señor importante y rico que debía de estar esperándolo
en alguna parte. Esta circunstancia había provocado la solicitud de
los agentes. Era preciso conducir al herido al hospital, pero nadie
sabía su nombre.
Raskolnikof consiguió situarse en primer término. Se inclinó hacia
delante y su rostro se iluminó súbitamente: había reconocido a la
víctima.
-¡Yo lo conozco! ¡Yo lo conozco! -exclamó, abriéndose paso a
codazos entre los que estaban delante de él-. Es un antiguo
funcionario: el consejero titular Marmeladof. Vive cerca de aquí,
en el edificio Kozel. ¡Llamen en seguida a un médico! Yo lo pago.
¡Miren!
Sacó dinero del bolsillo y lo mostró a un agente. Era presa de
una agitación extraordinaria.
Los agentes se alegraron de conocer la identidad de la víctima.
Raskolnikof dio su nombre y su dirección e insistió con
vehemencia en que transportaran al herido a su domicilio. No
habría mostrado más interés si el atropellado hubiera sido su
padre.
-El edificio Kozel -dijo- está aquí mismo, tres casas más abajo.
Kozel es un acaudalado alemán. Sin duda estaba bebido y trataba
de llegar a su casa. Es un alcohólico... Tiene familia: mujer,
hijos... Llevarlo al hospital sería una complicación. En el edificio
Kozel debe de haber algún médico. ¡Yo lo pagaré! ¡Yo lo pagaré!
En su casa le cuidarán. Si le llevan al hospital, morirá por el
camino.
Incluso deslizó con disimulo unas monedas en la mano de uno de
los agentes. Por otra parte, lo que él pedía era muy explicable y
completamente legal. Había que proceder rápidamente. Se
levantó al herido y almas caritativas se ofrecieron para
transportarlo. El edificio Kozel estaba a unos treinta pasos del
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