CRIMEN Y CASTIGO - FIÓDOR DOSTOYEVSKI | Page 216

Crimen y Castigo - Fiódor Dostoyewski ha venido para alquilar una habitación. Casi rompe el cordón de la campanilla a fuerza de tirones. Después ha dicho: «Vamos a la comisaría; allí lo contaré todo.» Y ha bajado con nosotros. El portero miró atentamente a Raskolnikof. En sus ojos había una mezcla de curiosidad y recelo. -Bueno, pero ¿quién es usted? -Soy Rodion Romanovitch Raskolnikof, ex estudiante, y vivo en la calle vecina, edificio Schill, departamento catorce. Pregunta al portero: me conoce. Raskolnikof hablaba con indiferencia y estaba pensativo. Miraba obstinadamente la oscura calle, y ni una sola vez dirigió la vista a su interlocutor. -Diga: ¿para qué ha subido al piso? -Quería verlo. -Pero si en él no hay nada que ver... -Lo más prudente sería llevarlo a la comisaría -dijo de pronto el burgués. Raskolnikof le miró por encima del hombro, lo observó atentamente y dijo, sin perder la calma ni salir de su indiferencia: -Vamos. -Sí, hay que llevarlo -insistió el burgués con vehemencia-. ¿A qué ha ido allá arriba? No cabe duda de que tiene algún peso en la conciencia. -A lo mejor dice esas cosas porque está bebido -dijo el empapelador en voz baja. -Pero ¿qué quiere usted? -exclamó de nuevo el portero, que empezaba a enfadarse de verdad-. ¿Con qué derecho viene usted a molestarnos? -¿Es que tienes miedo de ir a la comisaría? -le preguntó Raskolnikof en son de burla. -Es un vagabundo -opinó la mujer. -¿Para qué discutir? -dijo el otro portero, un corpulento mujik que llevaba la blusa desabrochada y un manojo de llaves StudioCreativo ¡Puro Arte! Página 215