Crimen y Castigo - Fiódor Dostoyewski
El agua sucia se agitó y cubrió el cuerpo de la suicida, pero sólo
momentáneamente, pues en seguida reapareció y empezó a
deslizarse al suave impulso de la corriente. Su cabeza y sus
piernas estaban sumergidas: únicamente su espalda permanecía a
flote, con la blusa hinchada sobre ella como una almohada.
-¡Se ha ahogado! ¡Se ha ahogado! -gritaban de todas partes.
Acudía la gente; las dos orillas se llenaron de espectadores; la
multitud de curiosos aumentaba en torno a Raskolnikof y le
prensaba contra el pretil.
-¡Señor, pero si es Afrosiniuchka! -dijo una voz quejumbrosa-.
¡Se