Crimen y Castigo - Fiódor Dostoyewski
para mí un martirio, que ya estoy harto? No sé qué placer se
puede sentir torturando a la gente. Y te aseguro que todo esto
perjudica a mi curación, pues estoy continuamente irritado. Hace
poco, Zosimof se ha marchado para no mortificarme. ¡Déjame tú
también, por el amor de Dios! ¿Con qué derecho pretendes
retenerme a la fuerza? ¿No ves que ya he recobrado la razón por
completo? Te agradeceré que me digas cómo he de suplicarte,
para que me entiendas, que me dejes tranquilo, que no te
sacrifiques por mí. ¡Dime que soy un ingrato, un ser vil, pero
déjame en paz, déjame, por el amor de Dios!
Había pronunciado las primeras palabras en voz baja, feliz ante
la idea del veneno que iba a derramar sobre su amigo, pero acabó
por expresarse con una especie de delirante frenesí. Se ahogaba
como en su reci V