Crimen y Castigo - Fiódor Dostoyewski
Al decir esto, Raskolnikof acercó nuevamente su cara a la de
Zamiotof y le miró tan fijamente, que esta vez el secretario no
pudo evitar un estremecimiento.
-He aquí cómo habría procedido yo. Habría cogido las joyas y el
dinero y, apenas hubiera dejado la casa, me habría dirigido a un
lugar apartado, cercado de muros y desierto; un solar o algo
parecido. Ante todo, habría buscado una piedra de gran tamaño,
de unas cuarenta libras por lo menos, una de esas piedras que,
terminada la construcción de un edificio, suelen quedar en algún
rincón, junto a una pared. Habría levantado la piedra y entonces
habría quedado al descubierto un hoyo. En este hoyo habría
depositado las joyas y el dinero; luego habría vuelto a poner la
piedra en su sitio y acercado un poco de tierra con el pie en torno
alrededor. Luego me habría marchado y habría estado un año, o
dos, o tres, sin volver por allí... ¡Y ya podrían ustedes buscar al
culpable!
-¡Está ust VB