Crimen y Castigo - Fiódor Dostoyewski
tenía hacía un momento. Después, Raskolnikof siguió tomándose
el té.
-Actualmente, los crímenes se multiplican -dijo Zamiotof-. Hace
poco leí en las Noticias de Moscú que habían detenido en esta
ciudad a una banda de monederos falsos. Era una detestable
organización que se dedicaba a fabricar billetes de Banco.
-Ese asunto ya es viejo -repuso con toda calma Raskolnikof-.
Hace ya más de un mes que lo leí en la prensa. Así, ¿usted cree
que esos falsificadores son unos bandidos?
-A la fuerza han de serlo.
-¡Bah! Son criaturas, chiquillos inconscientes, no verdaderos
bandidos. Se reúnen cincuenta para un negocio. Esto es un
disparate. Aunque no fueran más que tres, cada uno de ellos
habría de tener más confianza en los otros que en si mismo, pues
bastaría que cualquiera de ellos diera suelta a la lengua en un
momento de embriaguez, para que todo se fuera abajo.
¡Chiquillos inconscientes, no lo dude! Envían a cualquiera a
cambiar los billetes en los bancos. ¡Confiar una operación de esta
importancia al primero que llega! Además, admitamos que esos
muchachos hayan tenido suerte y qu R