CRIMEN Y CASTIGO - FIÓDOR DOSTOYEVSKI | Page 201

Crimen y Castigo - Fiódor Dostoyewski ¿Por qué cree usted que me ha de importar? ¿Qué tiene de particular que usted estuviera leyendo ese suceso? Pero Raskolnikof, en voz baja como antes y sin hacer caso de las exclamaciones de Zamiotof, siguió diciendo: -Me refiero a esa vieja de la que hablaban ustedes en la comisaría, ¿se acuerda?, cuando me desmayé... ¿Comprende usted ya? -Pero ¿qué he de comprender? ¿Qué quiere usted decir? -preguntó Zamiotof, inquieto. El semblante grave e inmóvil de Raskolnikof cambió de expresión repentinamente, y el ex estudiante se echó a reír con la misma risa nerviosa e incontenible que le había acometido momentos antes. De súbito le pareció que volvía a vivir intensamente las escenas turbadoras del crimen... Estaba detrás de la puerta con el hacha en la mano; el cerrojo se movía ruidosamente; al otro lado de la puerta, dos hombres la sacudían, tratando de forzarla y lanzando juramentos; y él se sentía dominado por el deseo de insultarlos, de hacerles hablar, de mofarse de ellos, de echarse a reír, con risa estrepitosa a grandes carcajadas... -O está usted loco, o... -dijo Zamiotof. Se detuvo ante la idea que de súbito le había asaltado. -¿O qué...? Acabe, dígalo. -No -replicó Zamiotof-. ¡Es tan absurdo...! Los dos guardaron silencio. Raskolnikof, tras su repentino arrebato de hilaridad, quedó triste y pensativo. Se acodó en la mesa y apoyó la cabeza en las manos. Parecía haberse olvidado de la presencia de Zamiotof. Hubo un largo silencio. -¿Por qué no se toma el té? -dijo Zamiotof-. Se va a enfriar -¿Qué...? ¿El té...? ¡Ah, sí! Raskolnikof tomó un sorbo, se echó a la boca un trozo de pan, fijó la mirada en Zamiotof y pareció ahuyentar sus preocupaciones. Su semblante recobró la expresión burlona que StudioCreativo ¡Puro Arte! Página 200