CRIMEN Y CASTIGO - FIÓDOR DOSTOYEVSKI | Page 200

Crimen y Castigo - Fiódor Dostoyewski -He seguido seis cursos en el Instituto -repuso Zamiotof, un tanto orgulloso. -¡Seis cursos! ¡Ah, querido amigo! Lleva una raya perfecta, sortijas..., en fin, que es usted un hombre rico... ¡Y qué linda presencia! Raskolnikof soltó una carcajada en la misma cara de su interlocutor, el cual retrocedió, no porque se sintiera ofendido, sino a causa de la sorpresa. -¡Qué extraño está usted! -dijo, muy serio, Zamiotof-. Yo creo que aún desvaría. -¿Desvariar yo? Te equivocas, hijito... Así, ¿cree usted que estoy extraño? Y se pregunta usted por qué, ¿no? -Sí. -Y desea usted saber lo que he leído, lo que he buscado en estos periódicos... Mire, mire cuántos números he pedido... Esto es sospechoso, ¿verdad? -Pero ¿qué dice usted? -Usted cree que ha atrapado al pájaro en el nido. -¿Qué pájaro? -Después se lo diré. Ahora le voy a participar..., mejor dicho, a confesar..., no, tampoco..., ahora voy a prestar declaración y usted tomará nota. ¡Ésta es la expresión! Pues bien, declaro que he estado buscando y rebuscando... -hizo un guiño, seguido de una pausa- que he venido aquí a leer los detalles relacionados con la muerte de la vieja usurera. Las últimas palabras las dijo en un susurro y acercando tanto su cara a la de Zamiotof, que casi llegó a tocarla. El secretario se quedó mirándole fijamente, sin moverse y sin retirar la cabeza. Más tarde, al recordar este momento, Zamiotof se preguntaba, extrañado, cómo podían haber estado mirándose así, sin decirse nada, durante un minuto. -¿Qué me importa a mí lo que usted estuviera leyendo? -exclamó de pronto, desconcertado y molesto por aquella extraña actitud-. StudioCreativo ¡Puro Arte! Página 199