CRIMEN Y CASTIGO - FIÓDOR DOSTOYEVSKI | Page 183

Crimen y Castigo - Fiódor Dostoyewski -¿Lebeziatnikof? -preguntó Raskolnikof, pensativo, como si este nombre le hubiese recordado algo. -Sí, Andrés Simonovitch Lebeziatnikof. Está empleado en un ministerio. ¿Le conoce usted? -No..., no -repuso Raskolnikof. -Perdone, pero su exclamación me ha hecho suponer que lo conocía. Fui tutor suyo hace ya tiempo. Es un joven simpatiquísimo, que está al corriente de todas las ideas. A mí me gusta tratar con gente joven. Así se entera uno de las novedades que corren por el mundo. Piotr Petrovitch miró a sus oyentes con la esperanza de percibir en sus semblantes un signo de aprobación. -¿A qué clase de novedades se refiere? -preguntó Rasumikhine. -Alas de tipo más serio, es decir, más fundamental -repuso Piotr Petrovitch, al que el tema parecía encantar-. Hacía ya diez años que no habia venido a Petersburgo. Todas las reformas sociales, todas las nuevas ideas han llegado a provincias, pero para darse exacta cuenta de estas cosas, para verlo todo, hay que estar en Petersburgo. Yo creo que el mejor modo de informarse de estas cuestiones es observar a las generaciones jóvenes... Y créame que estoy encantado. -¿De qué? -Es algo muy complejo. Puedo equivocarme, pero creo haber observado una visión más clara, un espíritu más critico, por decirlo así, una actividad más razonada. -Es verdad -dijo Zosimof entre dientes. -No digas tonterías -replicó Rasumikhine-. El sentido de los negocios no nos llueve del cielo, sino que sólo lo podemos adquirir mediante un difícil aprendizaje. Y nosotros hace ya doscientos años que hemos perdido el hábito de la actividad... De las ideas -continuó, dirigiéndose a Piotr Petrovitch- puede decirse que flotan aquí y allá. Tenemos cierto amor al bien, aunque este amor sea, confesémoslo, un tanto infantil. También existe la honradez, StudioCreativo ¡Puro Arte! Página 182