Crimen y Castigo - Fiódor Dostoyewski
»-¿Te has enterado de que aquella noche y a aquella hora ocurrió
tal y tal cosa en la casa donde trabajabas?
»-No, no sabía nada de eso.
»Había escuchado mis últimas palabras con los ojos muy
abiertos. De pronto se pone blanco como la cal, coge su gorro, se
levanta... Yo intento detenerle.
»-Espera, Mikolai. ¿No quieres tomar nada?
»Y digo por señas a uno de mis muchachos que se sitúe en la
puerta. Yo, entre tanto, salgo de detrás del mostrador. Pero él
adivina mis intenciones y se planta de un salto en la calle.
Inmediatamente echa a correr y desaparece tras la primera
esquina. Desde este momento, ya no me cupo duda de que era
culpable.»
-Lo mismo creo yo -dijo Zosimof.
-Espera, escucha el final... Naturalmente, la policía empezó a
buscar a Mikolai por todas partes. Se detuvo a Duchkhine y se
registró su casa. En la vivienda de Mitri y en casa de los
Kolomensky no quedó nada por mirar y revolver. Al fin, anteayer
se detuvo a Mikolai en una posada próxima a la Barrera. Al llegar
a la posada, Mikolai se había quitado una cruz de plata que
colgaba de su cuello y la había entregado al dueño de la posada
para que se la cambiara por vodka. Se le dio la bebida. Unos
minutos después, una campesina que volvía de ordeñar a las
vacas vio en una cochera vecina, mirando por una rendija, a un
hombre que evidentemente iba a ahorcarse. Habla colgado una
cuerda del techo y, después de hacer un nudo corredizo en el otro
extremo, se había subido a un montón de leña y se disponía a
pasar la cabeza por el nudo corredizo. La mujer empezó a gritar
con todas sus fuerzas y acudió gente.
»-¡Vaya unos pasatiempos que té buscas!
»-Llevadme a la comisaría. Allí lo contaré todo.
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