Crimen y Castigo - Fiódor Dostoyewski
-¡Ah, sí! Pues escucha. Al día siguiente del crimen, por la
mañana, cuando la policía sólo pensaba aún en Koch y Pestriakof
(a pesar de que éstos habían dado toda clase de explicaciones
convincentes sobre sus pasos), he aquí que se produce un hecho
inesperado. Un campesino llamado Duchkhine, que tiene una
taberna frente a la casa del crimen, se presentó en la comisaría y
entrega un estuche que contiene un par de pendientes de oro. A
continuación refiere la siguiente historia:
«-Anteayer, un poco después de las ocho de la noche (hora que
coincide con la del suceso), Mikolai, un pintor de oficio que
frecuenta mi establecimiento, me trajo estos pendientes y me
pidió que le prestara dos rublos, dejándome la joya en prenda.
»-¿De dónde has sacado esto? -le pregunté.
»Él me contestó que se los había encontrado en la calle, y yo no
le hice más preguntas. Le di un rublo. Pensé que si yo no hacia la
operación, se aprovecharía otro, que Mikolai se bebería el dinero
de todas formas y que era preferible que la joya quedara en mis
manos, pues estaba decidido a entregarla a la policía si me
enteraba de que era un objeto robado, al venir alguien a
reclamarla.»
-Naturalmente -dijo Rasumikhine-, esto era un cuento tártaro.
Duchkhine mentía descaradamente, pues le conozco y sé que
cuando aceptó de Mikolai esos pendientes que valen treinta rublos
no fue precisamente para entregarlos a la policía. Si lo hizo fue
por miedo. Pero esto poco importa. Dejemos que Duchkhine siga
hablando.
«Conozco a Mikolai Demetiev desde mi infancia, pues nació,
como yo, en el distrito de Zaraisk, gobierno de Riazán. No es un
alcohólico, pero le gusta beber a veces. Yo sabía que él estaba
pintando unas habitaciones en la casa de enfrente, con Mitri, que
es paisano suyo. Apenas tuvo en sus manos el rublo, se bebió dos
vasitos, pagó, se echó el cambio al bolsillo y se fue. Mitri no
estaba con él entonces. A la mañana siguiente me enteré de que
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