CRIMEN Y CASTIGO - FIÓDOR DOSTOYEVSKI | Page 167

Crimen y Castigo - Fiódor Dostoyewski en que té desmayaste en la comisaría cuando se estaba hablando de ello. -¿Quieres que te diga una cosa, Rasumikhine? -dijo Zosimof-. Te estoy observando desde hace un momento y veo que té alteras con una facilidad asombrosa. -¡Qué importa! Eso no cambia en nada la cuestión -exclamó Rasumikhine dando un puñetazo en la mesa-. Lo más indignante de este asunto no son los errores de esa gente: uno puede equivocarse; las equivocaciones conducen a la verdad. Lo que me saca de mis casillas es que, aún equivocándose, se creen infalibles. Yo aprecio a Porfirio, pero... ¿Sabes lo que les desorientó al principio? Que la puerta estaba cerrada, y cuando Koch y Pestriakof volvieron a subir con el portero, la encontraron abierta. Entonces dedujeron que Pestriakof y Koch eran los asesinos de la vieja. Así razonan. -No té acalores. Tenían que detenerlos... De ese Koch tengo noticias. Al parecer, compraba a la vieja los objetos que no se desempeñaban. -No es un sujeto recomendable. También compraba pagarés. ¡Que el diablo se lo lleve! lo que me pone fuera de mí es la rutina, la anticuada e innoble rutina de esa gente. Éste era el momento de renunciar a los viejos procedimientos y seguir nuevos sistemas. Los datos psicológicos bastarían para darles una nueva pista. Pero ellos dicen: «Nos atenemos a los hechos.» Sin embargo, los hechos no son lo único que interesa. El modo de interpretarlos influye en un cincuenta por ciento como mínimo en el éxito de las investigaciones. -¿Y tú sabes interpretar los hechos? -Lo que té puedo decir es que cuando uno tiene la íntima convicción de que podría ayudar al esclarecimiento de la verdad, le es imposible contenerse... ¿Conoces los detalles del suceso? -Estoy esperando todavía la historia de ese pintor de paredes. StudioCreativo ¡Puro Arte! Página 166