CRIMEN Y CASTIGO - FIÓDOR DOSTOYEVSKI | Page 149

Crimen y Castigo - Fiódor Dostoyewski -Lo sabía. Tráenos también té. -Bien. Raskolnikof contemplaba esta escena con profunda sorpresa y una especie de inconsciente pavor. Decidió guardar silencio y esperar el desarrollo de los acontecimientos. «Me parece que no deliro -pensó-. Todo esto tiene el aspecto de ser real. p Dos minutos después llegó Nastasia con la sopa y anunció que en seguida les serviría el té. Con la sopa había traído no sólo dos cucharas y dos platos, sino, cosa que no ocurría desde hacía mucho tiempo, el cubierto completo, con sal, pimienta, mostaza para la carne... Hasta estaba limpio el mantel. -Nastasiuchka, Prascovia Pavlovna nos haría un bien si nos mandara dos botellitas de cerveza. Sería un buen final. -¡Sabes cuidarte! -rezongó la sirvienta. Y salió a cumplir el encargo. Raskolnikof seguía observando lo que ocurría en su presencia, con inquieta atención y fuerte tensión de ánimo. Entre tanto, Rasumikhine se había instalado en el diván, junto a él. Le rodeó el cuello con su brazo izquierdo tan torpemente como lo habría hecho un oso y, aunque tal ayuda era innecesaria, empezó a llevar a la boca de Raskolnikof, con la mano derecha, cucharadas de sopa, después de soplar sobre ellas para enfriarlas. Sin embargo, la sopa estaba apenas tibia. Raskolnikof sorbió ávidamente una, dos, tres cucharadas. Entonces, súbitamente, Rasumikhine se detuvo y dijo que, para darle más, tenía que consultar a Zosimof. En esto llegó Nastasia con las dos botellas de cerveza. -¿Quieres té, Rodia? -preguntó Rasumikhine. -Sí. -Corre en busca del té, Nastasia; pues, en lo que concierne a esta pócima, me parece que podemos pasar por alto las reglas de la facultad... ¡Ah! ¡Llegó la cerveza! StudioCreativo ¡Puro Arte! Página 148