CRIMEN Y CASTIGO - FIÓDOR DOSTOYEVSKI | Page 146

Crimen y Castigo - Fiódor Dostoyewski Al oír estas palabras, la patrona cerró la puerta y desapareció. Era tímida y procuraba evitar los diálogos y las explicaciones. Tenía unos cuarenta años, era gruesa y fuerte, de ojos oscuros, cejas negras y aspecto agradable. Mostraba esa bondad propia de las personas gruesas y perezosas y era exageradamente pudorosa. -¿Quién es usted?-preguntó Raskolnikof al supuesto cobrador. Pero en este momento la puerta se abrió y dio paso a Rasumikhine, que entró en la habitación inclinándose un poco, por exigencia de su considerable estatura. -¡Esto es un camarote! -exclamó-. Estoy harto de dar cabezadas al techo. ¡Y a esto llaman habitación...! ¡Bueno, querido; ya has recobrado la razón, según me ha dicho Pachenka! -Acaba de recobrarla -dijo la sirvienta. -Acaba de recobrarla -repitió el mozo como un eco, con cara risueña. -¿Y usted quién es? -le preguntó rudamente Rasumikhine-. Yo me llamo Vrasumivkine y no Rasumikhine, como me llama todo el mundo. Soy estudiante, hijo de gentilhombre, y este señor es amigo mío. Ahora diga quién es usted. -Soy un empleado de la casa Chelopaief y he venido para cierto asunto. -Entonces, siéntese. Al decir esto, Rasumikhine cogió una silla y se sentó al otro lado de la mesa. -Has hecho bien en volver en ti -siguió diciendo-. Hace ya cuatro días que no te alimentas: lo único que has tomado ha sido unas cucharadas de té. Te he mandado a Zosimof dos veces. ¿Te acuerdas de Zosimof? Te ha reconocido detenidamente y ha dicho que no tienes nada grave: sólo un trastorno nervioso a consecuencia de una alimentación deficiente. «Falta de comida -dijo-. Esto es lo único que tiene. Todo se arreglará.» Está hecho un tío ese Zosimof. Es ya un médico excelente... Bueno -dijo StudioCreativo ¡Puro Arte! Página 145