CRIMEN Y CASTIGO - FIÓDOR DOSTOYEVSKI | Page 144

Crimen y Castigo - Fiódor Dostoyewski Ella lo miró fijamente. -¿Quién le ha pegado? -Ha sido hace poco..., cosa de una media hora... En la escalera... Ilia Petrovitch, el ayudante del comisario de policía, le ha pegado. ¿Por qué? ¿A qué ha venido...? Nastasia frunció las cejas y le observó en silencio largamente. Su inquisitiva mirada turbó a Raskolnikof e incluso llegó a atemorizarle. -¿Por qué no me contestas, Nastasia? -preguntó con voz débil y acento tímido. -Esto es la sangre -murmuró al fin la sirvienta, como hablando consigo misma. -¿La sangre? ¿Qué sangre? -balbuceó él, palideciendo y retrocediendo hacia la pared. Nastasia seguía observándole. -Nadie le ha pegado a la patrona -lijo con voz firme y severa. Él se quedó mirándola, sin respirar apenas. -Lo he oído perfectamente -murmuró con mayor apocamiento aún-. No estaba dormido; estaba sentado en el diván, aquí mismo... lo he estado oyendo un buen rato... El ayudante del comisario ha venido... Todos los vecinos han salido a la escalera... -Aquí no ha venido nadie. Es la sangre lo que te ha trastornado. Cuando la sangre no circula bien, se cuaja en el hígado y uno delira... Bueno, ¿vas a comer o no? Raskolnikof no contestó. Nastasia, inclinada sobre él, seguía observándole atentamente y no se marchaba. -Dame agua, Nastasiuchka. Ella se fue y reapareció al cabo de dos minutos con un cantarillo. Pero en este punto se interrumpieron los pensamientos de Raskolnikof. Pasado algún tiempo, se acordó solamente de que había tomado un sorbo de agua fresca y luego vertido un poco sobre su pecho. Inmediatamente perdió el conocimiento. StudioCreativo ¡Puro Arte! Página 143