Crimen y Castigo - Fiódor Dostoyewski
-¡Vete al mismísimo infierno!
Pero Raskolnikof estaba ya en la calle. Iba por el puente de
Nicolás, cuando una aventura desagradable le hizo volver en sí
momentáneamente. Un cochero cuyos caballos estuvieron a punto
de arrollarlo le dio un fuerte latigazo en la espalda después de
haberle dicho a gritos tres o cuatro veces que se apartase. Este
latigazo despertó en él una ira ciega. Saltó hacia el pretil (sólo
Dios sabe por qué hasta entonces había ido por medio de la
calzada) rechinando los dientes. Todos los que estaban cerca se
echaron a reír.
-¡Bien hecho!
-¡Estos granujas!
-Conozco a estos bribones. Se hacen el borracho, se meten bajo
las ruedas y uno tiene que pagar daños y perjuicios.
-Algunos viven de eso.
Aún estaba apoyado en el pretil, frotándose la espalda, ardiendo
de ira, siguiendo con la mirada el coche que se alejaba, cuando
notó que alguien le ponía una moneda en la mano. Volvió la
cabeza y vio a una vieja cubierta con un gorro y calzada con
borceguíes de piel de cabra, acompañada de una joven -su hija
sin duda- que llevaba sombrero y una sombrilla verde.
-Toma esto, hermano, en nombre de Cristo.
Él tomó la moneda y ellas continuaron su camino. Era una pieza
de veinte kopeks. Se comprendía que, al ver su aspecto y su
indumentaria, le hubieran tomado por un mendigo. La generosa
ofrenda de los veinte kopeks se debía, sin duda, a que el latigazo
había despertado la compasión de las dos mujeres.
Apretando la moneda con la mano, dio una veintena de pasos
más y se detuvo de cara al río y al Palacio de Invierno. En el cielo
no había ni una nube, y el agua del Neva -cosa extraordinaria- era
casi azul. La cúpula de la catedral de San Isaac (aquél era
precisamente el punto de la ciudad desde donde mejor se veía)
StudioCreativo ¡Puro Arte!
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Comentario [L26]: La mayor iglesia de
San Petesburgo. Tiene una soberbia cúpula
que recuerda la de San Pedro de Roma.
Tambien se parece a la del Panteón.