Crimen y Castigo - Fiódor Dostoyewski
atención, le sería más fácil tirar las joyas y -detalle
importantísimo- estaría más lejos de su barrio.
De pronto se preguntó, asombrado, por qué habría estado
errando durante media hora ansiosamente por lugares peligrosos,
cuando se le ofrecía una solución tan clara. Había perdido media
hora entera tratando de poner en práctica un plan insensato
forjado en un momento de desvarío. Cada vez era más propenso a
distraerse, su memoria vacilaba, y él se daba cuenta de ello.
Había que apresurarse.
Se dirigió al Neva por la avenida V. Pero por el camino tuvo otra
idea. ¿Por qué ir al Neva? ¿Por qué arrojar los objetos al agua?
¿No era preferible ir a cualquier lugar lejano, a las islas, por
ejemplo, buscar un sitio solitario en el interior de un bosque y
enterrar las cosas al pie de un árbol, anotando cuidadosamente el
lugar donde se hallaba el escondite? Aunque sabía que en aquel
momento era incapaz de razonar lógicamente, la idea le pareció
sumamente práctica.
Pero estaba escrito que no había de llegar a las islas. Al
desembocar en la plaza que hay al final de la avenida V. vio a su
izquierda la entrada de un gran patio protegido por altos muros. A
la derecha había una pared que parecía no haber estado pintada
nunca y que pertenecía a una casa de altura considerable. A la
izquierda, paralela a esta pared, corría una valla de madera que
penetraba derechamente unos veinte pasos en el patio y luego se
desviaba hacia la izquierda. Esta empalizada limitaba un terreno
desierto y cubierto de materiales. Al fondo del patio había un
cobertizo cuyo t V6