CRIMEN Y CASTIGO - FIÓDOR DOSTOYEVSKI | Page 114

Crimen y Castigo - Fiódor Dostoyewski -De la comisaría de policía. ¿De qué comisaría ha de ser? -Pero ¿qué quiere de mí la policía? -¿Yo qué sé? Es una citación y tiene que ir. Miró fijamente a Raskolnikof, pasó una mirada por el aposento y se dispuso a marcharse. -Tienes cara de enfermo -dijo Nastasia, que no quitaba ojo a Raskolnikof. Al oír estas palabras, el portero volvió la cabeza, y la sirvienta le dijo-: Tiene fiebre desde ayer. Raskolnikof no contestó. Tenía aún el pliego en la mano, sin abrirlo. -Quédate acostado -dijo Nastasia, compadecida, al ver que Raskolnikof se disponía a levantarse-. Si estás enfermo, no vayas. No hay prisa. Tras una pausa, preguntó: -¿Qué tienes en la mano? Raskolnikof siguió la mirada de la sirvienta y vio en su mano derecha los flecos del pantalón, los calcetines y el bolsillo. Había dormido así. Más tarde recordó que en las vagas vigilias que interrumpían su sueño febril apretaba todo aquello fuertemente con la mano y que volvía a dormirse sin abrirla. -¡Recoges unos pingajos y duermes con ellos como si fueran un tesoro! Se echó a reír con su risa histérica. Raskolnikof se apresuró a esconder debajo del gabán el triple cuerpo del delito y fijó en la doméstica una mirada retadora. Aunque en aquellos momentos fuera incapaz de discurrir con lucidez, se dio cuenta de que estaba recibiendo un trato muy distinto al que se da a una persona a la que van a detener. Pero... ¿por qué le citaba la policía? -Debes tomar un poco de té. Voy a traértelo. ¿Quieres? Ha sobrado. -No, no quiero té -balbuceó-. Voy a ver qué quiere la policía. Ahora mismo voy a presentarme. StudioCreativo ¡Puro Arte! Página 113