CRIMEN Y CASTIGO - FIÓDOR DOSTOYEVSKI | Page 113

Crimen y Castigo - Fiódor Dostoyewski afirmación, se sentó de nuevo en el diván. Luego, en vez de poner en práctica sus propósitos, dejó caer la cabeza en la almohada. Volvía a sentir escalofríos. Estaba helado. De nuevo se echó encima su abrigo de estudiante. Varias horas estuvo tendido en el diván. De vez en cuando pensaba: «Sí, hay que ir a tirar todo esto en cualquier parte, para no pensar más en ello. Hay que ir inmediatamente.» Y más de una vez se agitó en el diván con el propósito de levantarse, pero no le fue posible. Al fin un golpe violento dado en la puerta le sacó de su marasmo. -¡Abre si no te has muerto! -gritó Nastasia sin dejar de golpear la puerta con el puño-. Siempre está tumbado. Se pasa el día durmiendo como un perro. ¡Como lo que es! ¡Abre ya! ¡Son más de las diez! -Tal vez no esté -dijo una voz de hombre. «La voz del portero -se dijo al punto Raskolnikof-. ¿Qué querrá de mí?» Se levantó de un salto y quedó sentado en el diván. El corazón le latía tan violentamente, que le hacía daño. -Y echado el pestillo -observó Nastasia-. Por lo visto, tiene miedo de que se lo lleven... ¿Quieres levantarte y abrir de una vez? «¿Qué querrán? ¿Qué hace aquí el portero? ¡Se ha descubierto todo, no cabe duda! ¿Debo abrir o hacerme el sordo? ¡Así cojan la peste!» Se levantó a medias, tendió el brazo y tiró del pestillo. La habitación era tan estrecha, que podía abrir la puerta sin dejar el diván. No se había equivocado: eran Nastasia y el portero. La sirvienta le dirigió una mirada extraña. Raskolnikof miraba al portero con desesperada osadía. Éste presentaba al joven un papel gris, doblado y burdamente lacrado. -Esto han traído de la comisaría. -¿De qué comisaría? StudioCreativo ¡Puro Arte! Página 112