CRIMEN Y CASTIGO - FIÓDOR DOSTOYEVSKI | Page 105

Crimen y Castigo - Fiódor Dostoyewski -¡Oiga! -exclamó de pronto el joven-. ¡Fíjese bien! La puerta cede un poco cuando se tira. -Bueno, ¿y qué? -Esto demuestra que no está cerrada con llave, sino con cerrojo. ¿Lo oye resonar cuando se mueve la puerta? -¿Y qué? -Pero ¿no comprende? Esto prueba que una de ellas está en la casa. Si hubieran salido las dos, habrían cerrado con llave por fuera; de ningún modo habrían podido echar el cerrojo por dentro... ¿Lo oye, lo oye? Hay que estar en casa para poder echar el cerrojo, ¿no comprende? En fin, que están y no quieren abrir. -¡Sí! ¡Claro! ¡No cabe duda! -exclamó Koch, asombrado-. Pero ¿qué demonio estarán haciendo? Y empezó a sacudir la puerta furiosamente. -¡Déjelo! Es inútil -dijo el joven-. Hay algo raro en todo esto. Ha llamado usted muchas veces, ha sacudido violentamente la puerta, y no abren. Esto puede significar que las dos están desvanecidas o... -¿O qué? -Lo mejor es que vayamos a avisar al portero para que vea lo que ocurre. -Buena idea. Los dos se dispusieron a bajar. -No -dijo el joven-; usted quédese aquí. Iré yo a buscar al portero. -¿Por qué he de quedarme? -Nunca se sabe lo que puede ocurrir. -Bien, me quedaré. -Óigame: estoy estudiando para juez de instrucción. Aquí hay algo que no está claro; esto es evidente..., ¡evidente! Después de decir esto en un tono lleno de vehemencia, el joven empezó a bajar la escalera a grandes zancadas. StudioCreativo ¡Puro Arte! Página 104