Crimen y Castigo - Fiódor Dostoyewski
fundados motivos para creer que Maria Petrovna, que tuvo la
desgracia de enamorarse de él, además de pagarle todas sus
deudas, le prestó hace ocho años un extraordinario servicio de
otra índole. A fuerza de gestiones y sacrificios, esa mujer
consiguió ahogar en su origen un asunto criminal que bien podría
haber terminado con la deportación del señor Svidrigailof a
Siberia. Se trata de un asesinato tan monstruoso, que raya en lo
increíble.
-¡Señor Señor! -exclamó Pulqueria Alejandrovna.
Raskolnikof escuchaba atentamente.
-¿Dice usted que habla basándose en informes dignos de crédito?
-preguntó severamente Avdotia Romanovna.
-Me limito a repetir lo que me confió en secreto Marfa Petrovna.
Desde luego, el asunto está muy confuso desde el punto de vista
jurídico. En aquella época habitaba aquí, e incluso parece que
sigue habitando, una extranjera llamada Resslich que hacía
pequeños préstamos y se dedicaba a otros trabajos. Entre esa
mujer y el señor Svidrigailof existían desde hacía tiempo
relaciones tan íntimas como misteriosas. La extranjera tenía en su
casa a una parienta lejana, me parece que una sobrina, que tenía
quince años, o tal vez catorce, y era sordomuda. Resslich odiaba a
esta niña: apenas le daba de comer y la golpeaba bárbaramente.
Un día la encontraron ahorcada en el granero. Cumplidas las
formalidades acostumbradas, se dictaminó que se trataba de un
suicidio. Pero cuando el asunto parecía terminado, la policía
notificó que la chiquilla había sido violada por Svidrigailof. Cierto