Crimen y Castigo - Fiódor Dostoyewski
señores, oía hablar de aquel criado llamado Filka, que murió a
consecuencia de los malos tratos que se le dieron en aquellos
tiempos en que existía la esclavitud.
-Lo que yo oí decir fue que Filka se había suicidado.
-Eso es cierto y muy cierto; pero no cabe duda de que la causa
del suicidio fueron los malos tratos y las sistemáticas vejaciones
que Filka recibía.
-Eso lo ignoraba -respondió Dunia secamente-. Lo que yo supe
sobre este particular fue algo sumamente extraño. Ese Filka era,
al parecer, un neurasténico, una especie de filósofo de baja
estofa. Sus compañeros decían de él que el exceso de lectura le
había trastornado. Y se afirmaba que se había suicidado por
librarse de las burlas más que de los golpes de su dueño. Yo
siempre he visto que el señor Svidrigailof trataba a sus sirvientes
de un modo humanitario. Por eso incluso le querían, aunque, te
confieso, les oí acusarle de la muerte de Filka.
-Veo, Avdotia Romanovna, que se siente usted inclinada a
justificarle -dijo Lujine, torciendo la boca con una sonrisa
equívoca-. De lo que no hay duda es de que es un hombre astuto
que tiene una habilidad especial para conquistar el corazón de las
mujeres. La pobre Marfa Petrovna, que acaba de morir en
circunstancias extrañas, es buena prueba de ello. Mi única
intención era ayudarlas a usted y a su madre con mis consejos, en
previsión de las tentativas que ese hombre no dejará de renovar.
Estoy convencido de que Svidrigailof volverá muy pronto a la
cárcel por deudas. Marfa Petrovna no tuvo jamás la intención de
legarle una parte importante de su fortuna, pues pensaba ante
todo en sus hijos, y si le ha dejado algo, habrá sido una modesta
suma, lo estrictamente necesario, una cantidad que a un hombre
de sus costumbres no le permitirá vivir más de un año.
-No hablemos más del señor Svidrigailof, Piotr Petrovitch; se lo
ruego -dijo Dunia-. Es un asunto que me pone nerviosa.
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